Cuantos más hidratos de carbono sean
ingeridos, tanto mayor será el exceso de insulina y, paradójicamente, menores
los volúmenes de glucosa disponibles en la sangre para producir energía.
A este fenómeno se le conoce como
“paradoja del azúcar” o como hipoglucemia reactiva (El siguiente artículo
estará destinado a abordar a profundidad el tópico de la hipoglucemia
reactiva).
Por ejemplo, en los estudios que hemos
mencionado, la mayor cantidad de azúcar fue liberada durante la digestión del
desayuno que incluía harina de avena.
Cuando a diario se consumen comidas
con elevado contenido de carbohidratos, el páncreas se torna excesivamente
eficiente, hipersensible o fácil de disparar, lo cual hace que con demasiada
facilidad y velocidad se secreten excesivas cantidades de insulina.
Las personas que acostumbran a
consumir elevadas cantidades de carbohidratos y que convierten a su páncreas en
excesivamente sensible a los mismos, se producen a menudo a sí mismos un choque
insulínico similar al observado en pacientes diabéticos después de haberse
administrado un exceso de insulina.
Esto lo observaron y lo confirmaron
especialistas en diabetes que identificaron síntomas de choque insulínico entre
sus pacientes no diabéticos.
Puesto que la dieta moderna consiste
en su mayor parte en hidratos de carbono, probablemente el choque insulínico
autoinducido por la dieta, sea mucho más frecuente de lo que se acepta y se
cree.
Puede producirse un síndrome similar
al del choque insulínico mediante cualquier factor que haga caer la glucosa
sanguínea por debajo de lo normal, como ejecutar ejercicio intenso y prolongado
sin haber consumido alimento alguno.
Las células no pueden conservar más
que una pequeña cantidad de glucosa almacenada como glucógeno (alrededor de 400 gramos en toda la
musculatura y de 200
gramos en el hígado, en un hombre promedio de 70 kilogramos de peso
corporal), cualquier cantidad sobrante será transformada en grasa.
Después de terminada la digestión, la
única fuente de glucosa, es empero, el glucógeno almacenado, que vuelve a
descomponerse en glucosa, azúcar que se consume muy aprisa, en especial si se
hacen intensos esfuerzos físicos o mentales o si se encuentra uno sometido a
una elevada carga de estrés.
En este punto de agotamiento de las
reservas de glucógeno, la mayoría de las células pueden utilizar grasa (ácidos
grasos) para obtener energía.
Aun cuando la combustión de la grasa
puede ser un recurso útil para varios tejidos y órganos del cuerpo en un
momento dado, su combustión se considera ineficiente porque dejan como residuo
escorias o cenizas en forma de acetona y ácidos que en exceso pueden resultar
perjudiciales, por lo que el nivel de energía decrece, mientras los ácidos
entorpecen en metabolismo.
Sin embargo, las células del cerebro y
el sistema nervioso, como ya comentamos, tienen forzosamente que contar con
glucosa para mantenerse activas y con vida.
La corteza suprarrenal secreta
entonces cortisona que si bien aumenta los volúmenes de glucosa sanguínea, lo
hace a expensas de destruir células para utilizar sus proteínas en la
producción de glucosa mediante un proceso denominado gluconeogénesis y
restablecer así los niveles de azúcar en la sangre.
De esta manera los malos hábitos
dietarios obligan al sistema nervioso central y al cerebro a convertirse en
parásitos que viven a expensas de otros tejidos del cuerpo a los cuales van
degradando lenta y progresivamente.
Si se permite que esta destrucción
ocurra a menudo con el tiempo se irá notando al mirarse en el espejo
especialmente en forma de bolsas alrededor de los ojos, tejido fláccido y fofo
en el resto del cuerpo, celulitis y estrías.
Por otra parte, cuando el desayuno
suministra una cantidad y proporción adecuada de proteínas, carbohidratos y
grasas, la digestión se realizará a una velocidad lenta, de manera que la
glucosa se irá filtrando a la sangre en cantidades moderadas produciendo una
aportación continua durante varias horas.
En consecuencia, el páncreas no será
sobre-estimulado y la secreción de insulina se realizará en pequeñas y
dosificadas cantidades.
La glucosa sanguínea se mantendrá en
rangos razonables puesto que no habrá un exceso de insulina que la saque de la
sangre y la conduzca a las células con exageración.
El almacenamiento de glucógeno se
realizará normal y progresivamente y la glucosa dejará de canalizarse a la
formación de grasa.
La energía impulsará al cuerpo a la
actividad; se producirá calor en la medida en que se requiera, o bien el
sistema de enfriamiento funcionará con igual eficiencia si el clima es
caluroso.
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